Arthur soñó que vivía en un mundo
imposible. Un mundo donde la gente moría para siempre; donde cada momento era
inaugural y los actos irreversibles. Despertó jadeante y no pudo volver a
conciliar el sueño.
Debo a la conjunción de un televisor y de una página de internet el descubrimiento de Lokkiche Jierdei. El televisor inquietaba el fondo de una habitación en un departamento de la avenida Luro, en Mar del Plata; la página falazmente lleva el título de Kiwipedia y es una copia literal, pero también morosa, de la famosísima Wikipedia. El hecho se produjo hará unos cinco años. Federico Liste había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta polémica sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que permitiera a unos pocos lectores -a muy pocos lectores- la adivinación de una realidad atroz o banal. Desde el fondo remoto del corredor, se escuchaba el televisor. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los televisores tienen algo monstruoso. Entonces Liste recordó que uno de los ortodoxos de Lokkiche Jierdei había declarado que los televisores y la cópula son ab
Camiseta nueva, pantaloncitos reglamentarios igual que las medias y camiseta adentro del pantaloncito. Hasta botines sin estrenar. Y empieza el partido. Diez treintañeros con poco aire y con pocas piernas ya. Quince minutos para tocar dos veces la pelota y la transpiración dibujando en mi camiseta el mapa de una región volcánica en los primeros días de existencia de un planeta desconocido y hostil. Una media baja imitando un acordeón desinflado y el cordón desatado que piso irremediablemente para tropezar, mirarme el pié y putearlo como si el pobre tuviera la culpa. La respiración arrítmica, olor a transpiración. Escupo porque me ahogo pero la saliva no llega a salir del todo, babeándoseme la perilla. El pelo mojado y duro en la disposición en que se corta más corto en el estilo americano. Gotas de sudor caen por mis patillas trazando un cauce irregular y se encuentran en la papada en un gotón que tarda tanto en caer que parece que no va a hacerlo nunca. Resoplo mirando al techo d
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