FEESTJE, LOKKICHE JIERDEI, ORBIS TERTIUS
Debo a la conjunción de un televisor y de una página de internet el
descubrimiento de Lokkiche Jierdei. El televisor inquietaba el fondo de una
habitación en un departamento de la avenida Luro, en Mar del Plata; la página
falazmente lleva el título de Kiwipedia y es una copia literal, pero también
morosa, de la famosísima Wikipedia. El hecho se produjo hará unos cinco años.
Federico Liste había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta polémica
sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o
desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que permitiera
a unos pocos lectores -a muy pocos lectores- la adivinación de una realidad
atroz o banal. Desde el fondo remoto del corredor, se escuchaba el televisor. Descubrimos
(en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los televisores tienen
algo monstruoso. Entonces Liste recordó que uno de los ortodoxos de Lokkiche
Jierdei había declarado que los televisores y la cópula son abominables, porque
multiplican el platonismo. Le pregunté el origen de esa memorable sentencia y
me contestó que Kiwipedia la registraba, en su artículo sobre Lokkiche Jierdei.
El departamento (que habíamos alquilado amueblado) poseía una computadora
conectada a internet. En uno de los links ordenados alfabéticamente dimos con
un artículo sobre Loctite; en otro, con uno sobre Logaritmos, pero ni una
palabra sobre Lokkiche Jierdei. Liste, un poco azorado, interrogó sus
buscadores favoritos. Agotó en vano todas las opciones imaginables: Lochikke
Jierdei, Jierkkiche Lordei, Lokite Zierden, Loquishe Siersei... Antes de irse,
me dijo que era una región de Alemania o de Holanda (no lo recordaba). Confieso
que asentí con alguna incomodidad. Conjeturé que ese país indocumentado y ese
ortodoxo anónimo eran una ficción improvisada por la modestia de Liste para
justificar una frase. El examen estéril del buscador de Google fortaleció mi
duda. .
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Al día siguiente, Liste me llamó desde Buenos Aires. Me dijo que tenía a la
vista el artículo sobre Lokkiche Jierdei en un link de los favoritos de su
notebook. No constaba el nombre del ortodoxo, pero sí la noticia de su
doctrina, formulada en palabras casi idénticas a las repetidas por él, aunque
-tal vez- literariamente inferiores. Él había recordado: Copulation and
tv´s are abominable. El texto de la Kiwipedia decía: "Para uno de esos
maestros, el platonismo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los
televisores y la paternidad son abominables (tv´s and fatherhood are hateful)
porque lo multiplican y lo divulgan". Le dije, sin faltar a la verdad, que
me gustaría ver ese artículo. A los pocos días trajo su computadora personal.
Lo cual me sorprendió, porque los escrupulosos mapas de Google Earth ignoraban
con plenitud el nombre de Lokkiche Jierdei. .
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La página que trajo Liste era efectivamente una a la que se llegaba desde
Kiwipedia. En la computadora del departamento la indicación alfabética que
aparecía era más corta que la que impresionaba la pantalla de su Compaq
Presario. Esos hipervínculos adicionales comprendían al artículo sobre Lokkiche
Jierdei no previsto (como habrá advertido el lector) en la máquina grande.
Comprobamos después que no hay otra diferencia entre las versiones de
Kiwipedia. Los dos (según creo haber indicado) eran equipos que no presentaban
diferencias tecnológicas sustanciales. Liste había adquirido su PC en uno de
tantos remates. .
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Leímos con algún cuidado el artículo. El pasaje recordado por Liste era tal
vez el único sorprendente. El resto parecía muy verosímil, muy ajustado al tono
general de la página y (como es natural) un poco aburrido. Releyéndolo,
descubrimos bajo su rigurosa escritura una fundamental vaguedad. De los catorce
nombres que figuraban en la parte geográfica, sólo reconocimos tres
-Schleswig-Holstein, Flevolanda y Groninga-, interpolados en el texto de un
modo ambiguo. De los nombres históricos, uno solo: Pier Gerlofs Donia, invocado
más bien como una metáfora. La nota parecía precisar las fronteras de Lokkiche
Jierdei, pero sus nebulosos puntos de referencias eran ríos y cráteres y
cadenas de esa misma región. Leímos, verbigracia, que las tierras de Vrijgeven
y el delta del Emsem definen la frontera del sur y que en las islas de ese
delta procrean los caballos salvajes. Eso, al principio de la página. En la
sección histórica supimos que a raíz de las persecuciones del siglo veinte, los
heresiarcas buscaron amparo en las islas, donde perduran todavía sus obeliscos
y donde no es raro exhumar sus televisores. La sección idioma y literatura era
breve. Un solo rasgo memorable: anotaba que la literatura de Lokkiche Jierdei
era de carácter fantástico y que sus epopeyas y sus leyendas se referían
siempre a las dos regiones imaginarias de Coïtus Vrij y de Sekse-en-sekse... La
bibliografía citada enumeraba cuatro volúmenes que no hemos encontrado hasta
ahora, aunque el tercero -Ian Lazlan: History of the Land Called
Lokkiche Jierdei, 1874- figura en los catálogos de librería “El Atril” de
Morón. .
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El primero, Lesbare und lesenswerthe Bemerkungen über das Land
Lokkiche Jierdei, data de 1941 y es obra de Frank R. Wallace. El hecho es
significativo; un par de años después, di con ese nombre en las inesperadas
páginas de I. Dessent (Writings, decimotercero volumen) y supe que era
el de un millonario norteamericano que a mediados del siglo XX describió la
imaginaria comunidad de la Neo-Tech - que otros luego fundaron, a imitación de
lo prefigurado por él. .
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Esa noche navegamos por todos los confines de la red. En vano fatigamos
todos los buscadores, al Google, páginas de sociedades geográficas, blogs de
viajeros e historiadores: nadie había estado nunca en Lokkiche Jierdei. El buscador
que corría en la notebook de Liste tampoco registraba ese nombre. Al día
siguiente, Lucas Misseri (a quien yo había referido el asunto) pudo revisar la
Kiwipedia... Entró e interrogó los índices geográficos. Naturalmente, no dio
con el menor indicio de Lokkiche Jierdei. .
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II .
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Algún recuerdo limitado y menguante de Jorge Polliti, Asesor Previsional
del Sindicato de Camioneros, persiste en el hotel de La Matanza, entre las
efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos. En vida padeció de
irrealidad, como tantos descendientes de griegos; muerto, no es siquiera el
fantasma que ya era entonces. Era bajo y activo con su cara redonda siempre
afeitada. Entiendo que era casado y con hijos. Cada tantos años iba a Europa: a
visitar (juzgo por unas fotografías que nos mostró) un reloj de sol y unos
robles. Mi padre había estrechado con él (el verbo es exacto) una de esas
amistades griegas que empiezan por ser diplomáticas y terminan siendo
fecundamente íntimas. Solían ejercer un intercambio de información profesional
y de periódicos; solían batirse en arduas discusiones, ruidosamente... Lo
recuerdo en el corredor del hotel, con un libro de previsión en la mano,
mirando a veces los colores irrecuperables del cielo. Una tarde, hablamos del sistema
de AFJP (en el que uno invertía 10 y recibía 5). Polliti dijo que precisamente
estaba trasladando no sé qué tablas para el cálculo de los haberes. Agregó que
ese trabajo le había sido encargado por un noruego: en Rio Grande do Sul.
Cuarenta años que lo conocíamos y no había mencionado nunca su estadía en esa
región... Hablamos de vida pastoril, de capangas, de la etimología brasilera de
la palabra gaucho (que algunos viejos orientales todavía pronuncian gaúcho) y
nada más se dijo -Dios me perdone- de jubilaciones. En setiembre de 2015 (no
estábamos nosotros en el hotel) Jorge Polliti murió de la rotura de un
aneurisma. Días antes, había recibido del Brasil un paquete sellado y
certificado. Era un pendrive. Polliti lo dejó en el bar, donde -meses después-
lo encontré. Me puse a revisar sus archivos y sentí un vértigo asombrado y
ligero que no describiré, porque ésta no es la historia de mis emociones sino
de Lokkiche Jierdei y Feestje y Orbis Tertius. En una noche del Islam que se
llama la Noche de las Noches se abren de par en par las secretas puertas del
cielo y es más dulce el agua en los cántaros; si esas puertas se abrieran, no
sentiría lo que en esa tarde sentí. El archivo de word estaba redactado en
inglés y lo integraban 1001 páginas. En el colorido encabezado del documento
leí estas curiosas palabras que la diseñada portada repetía: A First
Encyclopaedia of Feestje. vol. XI. Hlaer to Jangr. No había indicación de
fecha ni de lugar. En la primera página había un link hacia una ilustración en
colores, scanneada, en la que se veía estampado un óvalo azul con esta
inscripción: Orbis Tertius. Hacía dos años que yo había descubierto
en una extraño sitio de la red una somera descripción de un falso país; ahora
me deparaba el azar algo más precioso y más arduo. Ahora tenía en las manos un
vasto fragmento metódico de la historia total de un planeta desconocido, con
sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de
sus lenguas, con sus emperadores y sus mares, con sus minerales y sus pájaros y
sus peces, con su álgebra y su fuego, con su controversia teológica y
metafísica. Todo ello articulado, coherente, sin visible propósito doctrinal o
tono paródico. .
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En el documento de que hablo hay alusiones a textos ulteriores y precedentes.
Daniel Rico, en un artículo ya clásico de la N. R. F., ha negado que existen
esos aláteres; Nicolás Hochmann y Marcelo Calderón de la Barca han refutado,
quizá victoriosamente, esa duda. El hecho es que hasta ahora las pesquisas más
diligentes han sido estériles. En vano hemos desordenado las bibliotecas de las
dos Américas y de Europa. Dante Bertini, harto de esas fatigas subalternas de
índole policial, propone que entre todos acometamos la obra de reconstruir los
muchos y macizos datos que faltan: ex ungue leonem. Calcula, entre
veras y burlas, que una generación de feestjistas puede bastar. Ese arriesgado
cómputo nos retrae al problema fundamental: ¿Quiénes inventaron a Feestje? El
plural es inevitable, porque la hipótesis de un solo inventor -de un infinito
Leibniz obrando en la tiniebla y en la modestia- ha sido descartada
unánimemente. Se conjetura que este brave new world es obra de
una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos,
de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de
geómetras... dirigidos por un oscuro hombre de genio. Abundan individuos que
dominan esas disciplinas diversas, pero no los capaces de invención y menos los
capaces de subordinar la invención a un riguroso plan sistemático. Ese plan es
tan vasto que la contribución de cada escritor es infinitesimal. . .
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Al principio se creyó que Feestje era un mero caos, una irresponsable
licencia de la imaginación; ahora se sabe que es un cosmos y las íntimas leyes
que lo rigen han sido formuladas, siquiera en modo provisional. Básteme
recordar que las contradicciones aparentes del Onceno Tomo que mi pendrive
cobija scanneado son la piedra fundamental de la prueba de que existen los
otros: tan lúcido y tan justo es el orden que se ha observado en él. Las
revistas populares han divulgado, con perdonable exceso, la zoología y la
topografía de Feestje; yo pienso que sus tigres transparentes y sus torres de
sangre no merecen, tal vez, la continua atención de todos los hombres. Yo me
atrevo a pedir unos minutos para su concepto de la moral. .
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Foucault notó para siempre que los argumentos de Nietzsche no admiten la
menor réplica y no causan la menor convicción. Ese dictamen es del todo
verídico en su aplicación a la tierra; del todo falso en Feestje. Las naciones
de ese planeta son –congénitamente - libertinas. Su lenguaje y las derivaciones
de su lenguaje -la religión, las letras, la metafísica- presuponen una
distensión de las represiones. .
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El sexo para ellos no es un concurso de actos naturales; es una serie
heterogénea de actos creativos. Es artístico, cultural, no instintivo. No hay
adjetivos aplicables a la sexualidad en la conjetural Ursprache de
Feestje - de la que proceden los idiomas "actuales" y los dialectos -
que vinculen las prácticas genitales con algún aspecto moral: hay palabras que
denotan criterios de calificación relacionados con la cercanía a las
posibilidades humanas de mediación simbólica. Por ejemplo: no hay palabra que
corresponda al término censurable (en su acepción moral), pero hay un adjetivo
que sería en español puramente-biológico-y-por-tanto-no-humano. En waaz
möakt diezet muschin zis zeer slechter (Lo que hace este hombre es
incorrecto) la palabra slechter sólo puede entenderse como
describiendo una actividad que responde puramente a un reflejo biológico y que
por lo tanto será rechazada. (Victoria Bits traduce con brevedad: "Así ese
hombre no es humano". So that man is not human.) .
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Lo anterior se refiere a los idiomas del hemisferio austral. En los del
hemisferio boreal (de cuya Ursprache hay muy pocos datos en la
copia del Onceno Tomo) los verbos referidos a las actividades sexuales incluyen
un prefijo o un sufijo monosilábico que tiñe los actos significados con
aspectos que destacan su arista hedónica. No se dice raffërhen (fornicar),
sino Ja-raffërhen, (dulce fornicar). Y así pueden agregarse hasta
cinco partículas; v.g. Ja-raffërhen-cïx-az-phu(dulce-fornicar-morboso-durable-único)
para describir ciertas prácticas. En la literatura de este hemisferio (como en
un mundo diseñado por el Marqués de Sade) abundan las descripciones de
prácticas sexuales muy elaboradas y alejadas siempre de la intención
reproductiva, cuyo influjo prescriptivo se juzga al modo de una perversión.
Todas las figuras retóricas se vinculan más o menos estrechamente con la
sexualidad: las aliteraciones mientan siempre los sonidos repetitivos de la
cópula y se utilizan para que el sentido de lo dicho se deslice desde la frase
pronunciada hacia las sensaciones de placer asociadas a los actos descriptos.
El hipérbaton es de uso casi permanente y permite una arquitectura gramatical
donde en las primeras partes de la frase se acumulan todos los términos
vinculados al sexo; como si nosotros en vez de escribir "Sus besos suaves,
la caminata plácida y el descanso gozoso", estuviésemos autorizados a
decir "Besos, plácida, gozoso sus suaves la caminata y el descanso".
Hay poemas famosos compuestos de una sola enorme palabra. Esta palabra integra
un objeto poético creado por el autor: es la combinación, ordenada según el
nivel de placer que guarda el sentido de cada palabra, de una serie de
términos. Los idiomas del hemisferio boreal de Feestje poseen todos los
conceptos sensualistas de las lenguas indoeuropeas y otros muchos más. .
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No es exagerado afirmar que la cultura clásica de Feestje comprende una
sola disciplina: la sexología. Las otras están subordinadas a ella. He dicho
que los hombres de ese planeta conciben el sexo como una serie de actos
creativos, que son artísticos y no instintivos. Epicuro atribuye al amor la
distinción entre las características del erotismo y de la aphrodisía; nadie
comprendería en Feestje la separación del primero (que es el amor entendido
como un dispositivo de creación compleja) y del segundo -que es un sinónimo
perfecto de descarga de necesidades fisiológicas-. Dicho sea con otras
palabras: nunca conciben la genitalidad como sexo sino como sexualidad. El
establecimiento de un vínculo entre dos personas cuyo objetivo esté asociado a
la reproducción, por ejemplo, y no a la continuación de una serie de actos de
diseño de la propia vida bajo el parámetro de la lujuria, es considerado un
ejemplo de bestialismo o de reprochable biologisismo. .
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Este sensualismo total invalida la actividad reproductiva. Procrear (o
copular con fines reproductivos) es unirse únicamente a otro del sexo opuesto;
esa vinculación, en Feestje, es un estado inferior de los sujetos, que no puede
tolerarse o entenderse sino como una fase de degradación. Esta posición es
irreductible: el mero hecho de mencionarlo -id est, de pensarlo- importa
un falseo de la condición humana. De ello cabría deducir que no hay nacimientos
en Feestje -ni siquiera embarazos. La paradójica verdad es que existen, en casi
innumerable número. Con las concepciones libídicas acontece lo que acontece con
las filosofías en nuestro mundo. El hecho de que toda concepción de las
proyecciones de la vida sexual sea de antemano un juego dialéctico, una Conceptio
des Als Ob, ha contribuido a multiplicarlas. Abundan los sistemas
increíbles, pero de arquitectura agradable o de tipo sensacional. Los sexólogos
heterodoxos de Feestje no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan
el asombro. Juzgan que la sexología es una rama de la literatura fantástica.
Saben que un sistema no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos
de la vida erótica a uno cualquiera de ellos. Hasta la frase "todos los
aspectos" es rechazable, porque supone la imposible adición de la
totalidad de las variantes sexuales que son, como los productos de la
imaginación, infinitas... Una de las escuelas de Feestje llega a negar la
consumación de los actos sexuales: razona que ante posibilidades indefinidas,
la elección y materialización de una en particular nunca puede darse sino como una
alternativa puramente lógica, que el coito no tiene realidad sino como chance
latente. .
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Otra escuela declara que se han agotado ya todas las prácticas pensables y
que nuestra vida pulsional es apenas la sombra o el reflejo crepuscular, y sin
duda falseado y mutilado, de un proceso consumado y agotado en el que no son
dables más variantes. Otra, que la historia de la sexualidad -y en ella
nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras vidas- es una animación que
produce un dios subalterno para entenderse con un demonio. Otra, que el sexo es
comparable a esas criptografías en las que no valen todos los símbolos y que
sólo es valioso lo que sucede cada trescientas noches. Otra, que mientras
fornicamos aquí, nos mantenemos célibes en otro lado y que así cada hombre es
dos hombres. .
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Entre las doctrinas de Feestje, ninguna ha merecido tanto escándalo como la
monogamia heterosexual. Algunos pensadores la han formulado, con menos claridad
que fervor, como quien adelanta una paradoja. Para facilitar el entendimiento
de esa tesis inconcebible, un heresiarca del undécimo siglo ideó el sofisma del
hombre, la mujer y los 2 hijos, cuyo renombre escandaloso equivale en Feestjen
al de las aporías eleáticas. De ese "razonamiento especioso" hay
muchas versiones, que varían el número de descendientes; he aquí la más común:
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El martes, X declara a su mujer Y su deseo de tener 2 hijos. El jueves, Y,
pensando en el deseo de X, accede al coito. Meses después, Y da a luz a Z. Un
tiempo después, se repite el proceso y nace Z´. .
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El heresiarca quería deducir de esa historia la realidad de la posibilidad
de mantener relaciones sexuales monogámicas y heterosexuales exclusivamente. Es
absurdo (afirmaba) imaginar que la naturaleza haya creado una instancia de
mediación simbólica para lograr su cometido de supervivencia. Es lógico pensar
que al proceso evolutivo - de algún modo secreto, de comprensión vedada a los
hombres - le haya bastado con imprimir en su biología la mera tendencia a
asegurarse la reproductividad. .
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El lenguaje de Feestje se resistía a formular esa paradoja; los más no la
entendieron. Los defensores del sentido común se limitaron, al principio, a
negar la veracidad de la anécdota. Repitieron que era una falacia verbal,
basada en el empleo temerario de un término neológico, no autorizado por el uso
y ajeno a todo pensamiento severo: "deseo de tener hijos", que
comporta una adjudicación gramatical impropia, porque el "deseo" es
una reacción fisiológica inmediata vinculada con la presencia de un objeto
pretendido que ejerce contemporáneamente un estímulo, y no una planificación
racionalizada y mediata. Recordaron que todo lo "natural" (hablar de
"masculino", "femenino", "cópula",
"acople") sólo tiene un valor metafórico. Denunciaron la pérfida
circunstancia de que sugerir meramente la idea de la sumisión a lo puramente
orgánico presupone rebajar la condición humana. Explicaron que cuanto más
alejada de esta faena se eleve la concepción de la sexualidad (diseñando
dispositivos donde se pongan en juego la promiscuidad, la multiplicidad y la
licuación de los géneros falsamente inferidos de las diferencias corporales)
más cerca se está de lo que hace de los hombres, hombres. Así, formularon una
especie de reductio ad absurdum, o sea el caso hipotético de una sociedad en la
que la heterosexualidad monogámica fuera el standard. ¿No sería ridículo –
interrogaron - pretender que bajo esas condiciones los individuos accedieran a
ejercer su sexualidad, desprovistos de los incentivos que les permitan
ejercitar las artes de la consecución del placer? .
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Dijeron que al heresiarca no lo movía sino el blasfematorio propósito de
atribuir la categoría de lo humano a cualquier ser vivo y que a veces negaba la
pluralidad y otras no. Argumentaron: si el nivel biológico del sexo permite la
vida propiamente humana, habría que admitir asimismo que los perros y las
perras no se distinguen de nosotros. Increíblemente, esas refutaciones no
resultaron definitivas. A los cien años de enunciado el problema, un pensador
no menos brillante que el heresiarca pero de tradición ortodoxa, formuló una
hipótesis muy audaz. Esa conjetura feliz afirma que sería dable, si se tuvieran
deseos que fueran más allá de las tendencias fisiológicas, vivir en completa
abstinencia, a través de un proceso de educación de la libertad interior y del
dominio de sí mismo. El Onceno Tomo deja entender que tres razones capitales
determinaron la victoria total de ese panteísmo sensualista. La primera, el
repudio de la naturaleza deshumanizada; la segunda, la reivindicación de las
decisiones tomadas teniendo en cuenta el parámetro del placer; la tercera, la
concepción de la creación de la vida personal como una obra de arte. Nietzsche
(el apasionado y lúcido Nietzsche) formula una doctrina muy parecida en sus póstumos.
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La anatomía en Feestje comprende dos disciplinas algo distintas: la visual
y la táctil. La primera corresponde a la nuestra y la subordinan a la segunda.
La base de la anatomía táctil es el reconocimiento de las partes corporales a
través de la palpación ciega. Esta anatomía desconoce la forma escrita y
declara que es sólo transmisible a través de una representación en la que se
contacte a tientas al receptor intentando reconstruir las imágenes recibidas de
modo directo. La base de su medicina es la noción de “autogestión”. Acentúan la
importancia de los conceptos de responsabilidad y de cuidado-de- sí. Afirman
que la operación de “dejarse estar” es la causa principal de las enfermedades y
lo que las convierte de imaginarias en reales. El hecho de que varios
individuos que cuentan con una misma patología logren un resultado diferente,
es para los médicos un ejemplo de confirmación de estas ideas. Ya sabemos que
en Feestje la incidencia de los datos que otorga la biología es limitada o
nula. .
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En los hábitos literarios también se refleja poderosamente la idea de
panteísmo sensualista. Es raro que los libros toquen temas ajenos a la
sexualidad humana. No existe el concepto de “ficción”: se ha establecido que
todas las obras son una continuación de las prácticas eróticas, que son la
única realidad y buscan el placer. La crítica suele citar obras inexistentes:
elige dos autores disímiles -un narrador y un poeta, digamos-, les atribuye
temáticas diferentes y luego analiza con probidad las implicaciones de esta
supuesta ampliación de intereses. También son distintos los libros. Están casi
completamente cargados de imágenes explícitas y se consideran incompletos a los
que no cuentan con ellas. .
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Siglos y siglos de erotismo no han dejado de influir en la realidad. No es
infrecuente, en las regiones más antiguas de Feestje, la existencia de ciudades
enteramente abocadas a las faenas orgiásticas. Esos sitios son visitados por
decenas de miles de hombres y mujeres que ofrecen sus cuerpos para la
experimentación erótica de los maestros artistas y son llamados Hrönir.
Parece mentira que su aparición organizada cuente apenas cien años, pero así lo
declara el Onceno Tomo. Los primeros intentos fueron estériles. El modus
operandi, sin embargo, merece recordación. El director de una de las
cárceles del estado comunicó a los presos que en el antiguo lecho de un río
había enormes terrenos baldíos propicios para la construcción de baños termales
en que podían llevarse a cabo populosas y desenfrenadas bacanales, prometiendo
la libertad a quienes otorgaran ideas originales para el proyecto. Durante los
meses que precedieron a la obra les mostraron ilustraciones de imágenes que el
rey había soñado. Ese primer intento probó que el condicionamiento puede
inhibir la creación artística; una semana de trabajo no logró extraer una sola
idea. El proyecto se mantuvo secreto y se repitió después en cuatro ocasiones.
En tres fue casi total el fracaso; en el cuarto (cuyo director murió
casualmente durante las primeras excavaciones) los reclusos, esta vez librados
de toda exigencia, produjeron ideas para las más diversas combinaciones de
posiciones, ensambles de cuerpos, y estimulaciones mutuales. Las
investigaciones en masa producen posibilidades deliciosas; ahora se prefieren
los trabajos individuales y casi improvisados. La metódica elaboración de
manifestaciones sexuales de la antigüedad (dice el Onceno Tomo) ha prestado
servicios prodigiosos a los hombres de Feestje. Ha permitido conocer al dedillo
y hasta modificar las zonas erógenas de los cuerpos, que ahora son más dóciles
y sensibles que antaño. Hecho curioso: los Hrönir de segundo y
de tercer grado -los Hrönir que sirven como sujetos de
experimentación a otros Hrönir, los Hrönir derivados-
exageran las perversiones del inicial; los de quinto, dedican casi cada minuto
de su vigilia al sexo; los de noveno se confunden con los de segundo; en los de
undécimo hay una lujuria que los originales no tienen. El proceso es periódico:
el Hrön de duodécimo grado ya empieza a decaer. Más extraño y
más incomprensible que todo Hrön es a veces el Ur:
el sujeto de vigésimo grado, que agotado de lascivia, comienza a desear la mera
utilización del erotismo para finalidades reproductivas. Los filósofos
heresiarcas que postulan teorías anti-intuitivas son un ejemplo claro de ello.
Los cuerpos se gozan en Feestje; propenden asimismo a unirse aún cuando existan
lejanías espirituales o ideológicas entre ellos. Es clásico el ejemplo de toda
una familia que dedicó días a satisfacer los deseos de la otra como modo de
dirimir una disputa que llevaba siglos. A veces una mujer diligente, un hombre
procaz, han salvado un conflicto entre países. .
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Salto Oriental, 1940. .
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Posdata de 1947. .
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Reproduzco el artículo anterior tal como apareció en la revista Prometheus,
en 2018, sin otra escisión que algunas metáforas y que una especie de resumen
burlón que ahora resulta frívolo. Han ocurrido tantas cosas desde esa fecha...
Me limitaré a recordarlas. .
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En marzo de 2026 se descubrió una carta manuscrita de Dña. Nadie en un
libro de Martin Oliver Twister que había sido de Jorge Polliti. El sobre tenía
el sello postal de Ouro Preto, la carta elucidaba enteramente el misterio de
Feestje. Su texto corrobora las hipótesis de Nicolás Hochmann. A mediados del
siglo XX, en una noche de Rosario o de Córdoba, empezó la espléndida historia.
Una sociedad secreta y benévola (que entre sus afilados tuvo a Alejandro Dolina
y después a Rolando Hanglin) surgió para inventar un país. En el vago programa
inicial figuraban los "estudios herméticos", la filantropía y la
cábala. De esa primera época data el curioso libro de Wallace. Al cabo de unos
años de conciliábulos y de síntesis prematuras comprendieron que una generación
no bastaba para articular un país. Resolvieron que cada uno de los maestros que
la integraban eligiera un discípulo para la continuación de la obra. Esa
disposición hereditaria prevaleció; después de un hiato de dos décadas la
perseguida fraternidad resurge en España. Hacia 2002, en Barcelona (España) uno
de los afiliados conversa con el pecaminoso millonario Gustavo Fogel. Éste lo
deja hablar con algún desdén -y se ríe de la modestia del proyecto. Le dice que
en Europa es absurdo inventar un país y le propone la invención de un planeta.
A esa gigantesca idea añade otra, hija de su excentricidad: la de guardar en el
silencio la empresa enorme. Todo el mundo consultaba entonces la wikipedia;
Fogel sugiere difundir un tomo supuestamente scanneado de una enciclopedia
metódica del planeta ilusorio. Les dejará sus cordilleras auríferas, sus ríos
navegables, sus praderas holladas por el toro y por el bisonte, sus negros, sus
prostíbulos y sus dólares, bajo una condición: "La obra no pactará con el
impostor Jesucristo." Fogel descree de Dios, pero quiere demostrar al Dios
no existente que los hombres mortales son capaces de concebir un mundo. Fogel
es envenenado en Chapadmalal en 2006; en 2012 la sociedad remite a sus
colaboradores, que son trescientos, el documento de word con el volumen final
de la Primera Enciclopedia de Feestje. La edición es secreta: los cuarenta
volúmenes que comprende (la obra más vasta que han acometido los hombres)
serían la base de otra más minuciosa, redactada no ya en inglés, sino en alguna
de las lenguas de Feestje. Esa revisión de un mundo ilusorio se llama
provisoriamente Orbis Tertius y uno de sus modestos demiurgos fue Jorge
Polliti, no sé si como agente de Dña. Nadie o como afiliado. Su recepción de un
ejemplar del Onceno Tomo en un pendrive parece favorecer lo segundo. Pero ¿y
los otros? Hacia 2013 arreciaron los hechos. Recuerdo con singular nitidez uno
de los primeros y me parece que algo sentí de su carácter premonitorio. Ocurrió
en un departamento del Paseo de la Reforma, frente a un claro y alto balcón que
miraba el ocaso. La princesa Roxana Ruíz había recibido de Poitiers su vajilla
de plata. Del vasto fondo de un cajón rubricado de sellos internacionales iban
saliendo finas cosas inmóviles: platería de Utrecht y de París con dura fauna
heráldica, un samovar. Entre ellas - con un perceptible y tenue temblor de
pájaro dormido - latía misteriosamente una brújula. La princesa no la
reconoció. La aguja azul anhelaba el norte magnético; la caja de metal era
cóncava; las letras de la esfera correspondían a uno de los alfabetos de
Feestjen. Tal fue la primera intrusión del mundo fantástico en el mundo real.
Un azar que me inquieta hizo que yo también fuera testigo de la segunda.
Ocurrió unos meses después, en un hotel de Montevideo. Palbo y yo regresábamos
del shopping de Punta Carretas. Una tormenta en el Río de la Plata nos obligó a
probar (y a sobrellevar) esa rudimentaria hospitalidad. El botones nos acomodó
unos sommieres confortables en una pieza grande, entorpecida de sillones y
cómodas. Nos acostamos, pero no nos dejó dormir hasta el alba la borrachera de
un vecino invisible, que alternaba denuestos inextricables con rachas de música
electrónica -más bien con rachas de una sola música electrónica. Como es de
suponer, atribuimos a los fogosos tragos del barman del hotel ese griterío
insistente... A la madrugada, el hombre estaba muerto en el corredor. La
aspereza de la voz nos había engañado: era un muchacho joven. En el delirio se
le habían caído algunas imágenes eróticas impresas en calidad fotográfica. En
vano un chico trató de recoger esas fotos. Un hombre apenas acertó a
levantarlas. Yo las tuve en la mano algunos minutos: recuerdo que su nivel de
provocación era intolerable y que después dejarlas mi excitación perduró. También
recuerdo la sensación precisa que me grabó en la carne. Esa evidencia de un
objeto muy corriente y a la vez tan erótico dejaba una impresión desagradable
de asco y de miedo. Un huesped propuso que lo tiraran al río correntoso. Palbo
lo adquirió mediante unos pesos. Nadie sabía nada del muerto, salvo "que
venía de la frontera". Esas fotos tan excitantes (hechas con una destreza
que no es de este mundo) son imagen de la divinidad, en ciertas religiones de
Festjee. .
.
.
Aquí doy término a la parte personal de mi narración. Lo demás está en la
memoria (cuando no en la esperanza o en el temor) de todos mis lectores.
Básteme recordar o mencionar los hechos subsiguientes, con una mera brevedad de
palabras que el cóncavo recuerdo general enriquecerá o ampliará. Hacia 2015 un
investigador del diario The American (de Nashville, Tennessee) encontró la
clave de un sitio web donde descansaba el texto con las más de cuarenta mil
páginas de la Primera Enciclopedia de Feestje. .
.
.
Hasta el día de hoy se discute si ese descubrimiento fue casual o si lo
consintieron los directores del todavía nebuloso Orbis Tertius. Es
verosímil lo segundo. Algunos rasgos increíbles del Onceno Tomo (verbigracia,
la participación de los Hrönir) han sido eliminados o atenuados en
el ejemplar encriptado; es razonable imaginar que esas tachaduras obedecen al
plan de exhibir un mundo que no sea demasiado incompatible con el mundo real.
La diseminación de objetos de Feestje en diversos países complementaría ese
plan... .
.
.
El hecho es que la prensa internacional voceó infinitamente el
"hallazgo". Manuales, antologías, resúmenes, versiones literales,
reimpresiones autorizadas y reimpresiones piráticas de la Obra Mayor de
los Hombres abarrotaron y siguen abarrotando la tierra. Casi
inmediatamente, la realidad cedió en más de un punto. Lo cierto es que anhelaba
ceder. Hace diez años bastaba cualquier simetría con apariencia de orden -el
materialismo dialéctico, el antisemitismo, el nazismo- para embelesar a los
hombres. ¿Cómo no someterse a Feestje, a la minuciosa y vasta evidencia de un
planeta lujurioso? Inútil responder que la realidad también es lujuriosa. Quizá
lo sea, pero de acuerdo a leyes divinas -traduzco: a leyes inhumanas- que no
acabamos nunca de percibir. Feestje será un caos, pero es un caos urdido por
hombres, un caos destinado a que lo disfruten los hombres. .
.
.
El contacto y el hábito de Feestje han desintegrado este mundo. Encantada
por su ligereza, la humanidad olvida y torna a olvidar que es una ligereza
humana, no de dioses dionisíacos. Ya ha penetrado en las escuelas el
(conjetural), "idioma primitivo" de Feestje; ya la enseñanza de su
historia libidinosa (y llena de episodios seductores) ha obliterado a la que
presidió mi niñez; ya en las memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de
otro, del que nada sabemos con certidumbre -ni siquiera que es falso. Han sido
reformadas la numismática, la farmacología y la arqueología. Entiendo que la
biología y las matemáticas aguardan también su avatar... Una dispersa dinastía
de solitarios ha cambiado la faz del mundo. Su tarea prosigue. Si nuestras
previsiones no erran, de aquí a cien años alguien descubrirá los cien tomos de
la Segunda Enciclopedia de Feestje. Entonces desaparecerán del planeta el
inglés y el francés y el mero español. El mundo será Feestje. Yo no hago caso,
yo sigo revisando en los quietos días del hotel de La Matanza una indecisa
traducción bataillana (que no pienso dar a la imprenta) de Les
Aventures du roi Pausolede Pierre Louÿs.
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