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Mostrando entradas de febrero, 2018

IT´S A WONDERFUL LIFE

Aplausos quiero dar a la humana criatura que, perdida en el laberinto de los efectos y de las causas, va haciendo lo que puede, sin saber bien para qué. Por hacer el intento de la esperanza, cuando el final ya está cantado. Por el ingenio, que permite reproducir la sorpresa en un Universo aburridísimo. Por las que están buenas e igual estudian. Por el que, contando con las dos cosas en el menú, termina eligiéndola porque estudió. Por el que se lleva bien con la gorda y eso le basta para salir con ella aunque le dé un toque de vergüenza. Por el dotado, que igual siente vergüenza en el vestuario. Por el que no está dotado y dejó su carrera promisoria como futbolista para no pasar vergüenza en los vestuarios. Por el que se piantó porque se había equivocado de destino, pero nunca dejó de sentirse culpable por su huída. Por Schopenhauer, que soportó lo de las uvas. Por la que nunca gozó con él, pero se la banca porque lo ama. Por la que regaló sexo por piedad. Por

FEESTJE, LOKKICHE JIERDEI, ORBIS TERTIUS

Debo a la conjunción de un televisor y de una página de internet el descubrimiento de Lokkiche Jierdei. El televisor inquietaba el fondo de una habitación en un departamento de la avenida Luro, en Mar del Plata; la página falazmente lleva el título de Kiwipedia y es una copia literal, pero también morosa, de la famosísima Wikipedia. El hecho se produjo hará unos cinco años. Federico Liste había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta polémica sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que permitiera a unos pocos lectores -a muy pocos lectores- la adivinación de una realidad atroz o banal. Desde el fondo remoto del corredor, se escuchaba el televisor. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los televisores tienen algo monstruoso. Entonces Liste recordó que uno de los ortodoxos de Lokkiche Jierdei había declarado que los televisores y la cópula son ab

EFIALTES

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Arthur soñó que vivía en un mundo imposible. Un mundo donde la gente moría para siempre; donde cada momento era inaugural y los actos irreversibles. Despertó jadeante y no pudo volver a conciliar el sueño.

7 MARES

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En la habitación del fondo, en el placard, dentro de una prolija funda naranja que antes fuera mantel. Allí guardaba mi abuela la Noblex 7 Mares. Botonera, seis bandas, oronda antena telescópica y tapa protectora con elegante mapa de usos horarios. “¡No toque, eh!” Tarde de torta negra, té y pedidos de silencio: “¡Shhh!” El cuerpo reclinado sobre la mesa y la oreja pegada al parlante para encontrar entre interferencias y ruidos molestos el eco de una voz que la transportara de nuevo a su tierra, lejana en el espacio y en el tiempo. El indicador largo recorriendo el dial de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, timoneado con habilidad, con la puntita de la lengua afuera para lograr precisión. Dos centímetros de trayecto podían llevarte de viaje por seis países europeos y dos distantes territorios asiáticos. El asunto requería cuidado y precisión. - ¡Slishno!, ¡Eto ruski! Noticiero. En el momento en que se lograba la sintonía no se podía pensar en hacer ni un solo ruidito

A TRAVÉS DEL AGUJERO EN LA POSTAL

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El punto de encuentro de la Corriente marina cálida de Brasil y la corriente fría de las Islas Malvinas otorga las condiciones perfectas para el emplazamiento de una ciudad, por donde se la mire, tibia. Mar del Plata es otra de acuerdo a que se vea de afuera hacia adentro que de adentro hacia fuera. La postal es conocida: el edificio de un casino falsamente considerado el más grande del mundo, una franja costera kilométrica donde miles de sombrillas multicolores no dejan adivinar la arena, tres o cuatro construcciones de estilo normando, un par de pétreos lobos marinos mirándose entre sí. Pero lo que de lejos es homogéneo y terso, de cerca se muestra rugoso e imperfecto. A través del agujero en la panorámica la realidad puede ser monstruosa. Que otros se jacten de vivir calles que nunca duermen: Mar del Plata exhibe el privilegio extraño de ser la ciudad que nunca despierta. Si la hubiera conocido, fácilmente Oscar Wilde podría haber escrito El fantasma de Canterville otorgand

DORMIR

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DORMIR Algunos pequeños movimientos, acomodarse incómodamente previendo la posición en que quedará el cuerpo después de que se relajen los músculos, después de que se afloje la tensión. Cerrar los ojos; comprobar que esa no es la disposición buscada. Buscar otra, desparramarse, volver a abrirlos, acomodar la almohada o lo que sea que sostenga la cabeza. Girar hacia el otro lado. Los sentidos nacieron para la conservación y los sentidos son la vigilia; abandonarla es abandonar el alerta, exponerse al peligro, a la muerte, a la desaparición. Pero la vigilia permanente sería demasiado ardua; una condena, un sacrificio imposible. La tensión se resuelve con un mecanismo de seducción: el sueño es opio que embriaga y vence, sugestión que debilita la resistencia de nuestras defensas y a la que nos entregamos mansos. Se sueltan pausadamente las cuerdas que tensan nuestro mundo representado, se corren los nudos de ese plexo ordenado y el universo entero colapsa como una gran carpa de

EL REFLEJO

Era un ritual. Volver del trabajo a mil con la camioneta por la costa, apurado como si llegar a casa me librara de las cadenas de ese trabajo que siempre había deseado y ahora despreciaba. Llegar bajándome de mi asiento de conductor casi antes de terminar de estacionar en la trotadora y poner la llave en la cerradura de la puerta exagerando el ruido como en los efectos especiales de las películas argentinas: para que me escucharan Bautista y Agustín y se pusieran contentos. Para que Paula terminara de poner la mesa apurada y repasara mentalmente la forma que esa noche tendría su lamento cotidiano. “-¡Hola, hola, hola!”, era mi saludo inevitable. Como un presentador de la televisión, como el conductor del programa de preguntas y respuestas que me sentaba a ver todas las noches después del beso en la cabeza a los nenes, después del pico apurado a Paula, después de sacar de la heladera los potecitos con el queso y el salame, cerrando la puerta con el pié y haciendo el trotecito hasta e

EXIT

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Buscaba la forma de salir. Ya había salido, pero no recordaba cómo. Tampoco recordaba cómo había entrado. Lo indudable es que allí estaba, y que justo allí es donde ya no quería estar. Estar afuera de seguro no era mejor. Era otra cosa simplemente. ¿Habría un afuera? Lo había cuando entré, pero ¿lo habría ahora? Suponía que el hecho de estar adentro, implicaba que había un afuera. Pero mi vida no podía depender de una mera suposición. Mi olvido debía ser voluntario. Siempre olvido lo que me causa dolor. Y si estaba allí y ya no quería estar más, debía estar sintiéndome mal. Estoy casi seguro de que me habrían obligado a entrar, aunque nunca pongo resistencia cuando algo se me ordena. Nada me es más irritante que las órdenes, pero no puedo evitar cumplirlas. Calculo que si hubiese podido estirar cualquiera de mis miembros la cosa hubiera sido muy otra. Y no sólo por la falta de espacio; seguramente más me preocupaba generar algún roce indiscreto con mi compañero. Hasta ese momento no m

SI FUERA POR MÍ, NI LA RUEDA

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Mientras manejaba hace unos días de mi casa hacia el trabajo, Drexler me cantaba “Guitarra y vos”, un extraño tema en el que, después de enumerar cientos de cosas que existen gracias a la tecnología humana (desde los ladrillos hasta los ordenadores y los espejos, hasta las drogas de diseño, hasta las tomografías computarizadas, hasta la mesa donde se apoya el vaso de vino) Jorge concluye que sólo le hacen falta su guitarra y su mujer. El paisaje indiferenciado que se veía desde la ventana de mi auto en movimiento comenzó a volverse inteligible. Comencé a ver, allí donde antes simplemente miraba.  Y vi calles, autos, edificios, plazas, carteles, empresas, balcones, rejas, ladrillos, ordenadores, espejos. Vi hombres trabajando detrás de todas las cosas, vi las cosas como efectos, las cosas como productos, como el resultado de las ideas de individuos particulares puestas en juego, llevadas a la práctica. La cerradura de la puerta de un comercio me hizo visualizar a un lejano

¡QUÉ ELEGANCIA LA DE FRANCIA!

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Camiseta nueva, pantaloncitos reglamentarios igual que las medias y camiseta adentro del pantaloncito. Hasta botines sin estrenar. Y empieza el partido. Diez treintañeros con poco aire y con pocas piernas ya. Quince minutos para tocar dos veces la pelota y la transpiración dibujando en mi camiseta el mapa de una región volcánica en los primeros días de existencia de un planeta desconocido y hostil. Una media baja imitando un acordeón desinflado y el cordón desatado que piso irremediablemente para tropezar, mirarme el pié y putearlo como si el pobre tuviera la culpa. La respiración arrítmica, olor a transpiración. Escupo porque me ahogo pero la saliva no llega a salir del todo, babeándoseme la perilla. El pelo mojado y duro en la disposición en que se corta más corto en el estilo americano. Gotas de sudor caen por mis patillas trazando un cauce irregular y se encuentran en la papada en un gotón que tarda tanto en caer que parece que no va a hacerlo nunca. Resoplo mirando al techo d

LA BELLE FÈRRONIERE

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No podía pasar por la entrada que lleva del pasillo a la sala donde se halla, custodiada por un grueso vidriado antireflex, la sonrisa infatigable de la Mona Lisa. Un ejército de japoneses con sus flashes como armas disparaban sobre ella y detenían mi paso. Evitando el tumulto me senté en una butaca y sentí como un rayo su mirada seductora. Desde su ventana eterna de madera, colgada con desprecio ahí afuera, clavó sus ojos en mí y nos enamoramos para siempre.

HALUROS DE PLATA Y CILINDROS DE CERA COMO CONSUELOS FRENTE A LA MUERTE

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Son gotas que cambian constantemente, pero al ver un arco iris creemos percibir una imagen fija, siempre idéntica a sí misma. Son proteínas que crean carne y huesos y se modifican sin solución de continuidad, pero al ver un cuerpo vivo creemos percibir una unidad sustancial que se mantiene a lo largo del tiempo recibiendo cambios accidentales. Nuestra esencia es el cambio, un constante dejar de ser para seguir siendo. Una sucesión ininterrumpida, mecánica, imparable, inasible. Así, nuestra identidad es mera ilusión, un espejismo que se nos escurre de las manos, un ser que es siendo presente y si se quiere detener o mencionar es ya, irremediablemente, siempre pasado. Bioy lloró nuestra condición efímera y nos regaló como consuelo la ilusión de la posibilidad de una máquina que podía captar y grabar como ondas sutiles todas las sensaciones que de un cuerpo percibimos: así como una radio que emite un concierto, los cuerpos podían para Morel - el inventor imaginario de nuestro escritor -

Extinción

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Hundida en la oscuridad, paralizada. Sólo iluminada por la luz tenue de la luna de verano; ella es ahora una parte más del silencio, de la humedad, del calor, de la densa selva. Las hojas que esconden la tierra a su alrededor no son parte de su mundo. Tampoco lo son las raíces descubiertas del árbol en que apoya cuatro de sus patas. Su sigilo es expectativa. El tenaz chirrido del macho lo anuncia a la distancia y anticipa la cópula que seguirá. El hechizo de su individualidad se deshará: su tendencia será la de su especie, y también lo será su deseo. Lo será también su inútil resistencia y su doloroso goce. Pondrá a prueba la estrategia que sus genes han urdido para resistir a la desaparición, para perpetuarse en otras arañas, que serán otras pero serán las mismas. Llega. Lo siente como el dolor que se siente en los sueños. El macho ya está encima clavando sus pinzas en ella (son las armas que compensan su disparidad de tamaños). Por primera vez percibe la consistencia de su propi