IT´S A WONDERFUL LIFE

Aplausos quiero dar a la humana criatura que, perdida en el laberinto de los efectos y de las causas, va haciendo lo que puede, sin saber bien para qué.

Por hacer el intento de la esperanza, cuando el final ya está cantado.
Por el ingenio, que permite reproducir la sorpresa en un Universo aburridísimo.
Por las que están buenas e igual estudian.
Por el que, contando con las dos cosas en el menú, termina eligiéndola porque estudió.
Por el que se lleva bien con la gorda y eso le basta para salir con ella aunque le dé un toque de vergüenza.
Por el dotado, que igual siente vergüenza en el vestuario.
Por el que no está dotado y dejó su carrera promisoria como futbolista para no pasar vergüenza en los vestuarios.
Por el que se piantó porque se había equivocado de destino, pero nunca dejó de sentirse culpable por su huída.
Por Schopenhauer, que soportó lo de las uvas.
Por la que nunca gozó con él, pero se la banca porque lo ama.
Por la que regaló sexo por piedad.
Por los jugadores brasileños, que gambetean pero también patean al arco.
Por los que nunca estuvieron enamorados, pero son capaces de vivir una vida que no quieren con tal de no lastimarla a ella.
Por los malos que creen que están haciendo el bien.
Por los que se pasaron la vida buscando “el” latiguillo.
Por los shows de televisión que mutiplican por millones las sonrisas.
Por el que se enferma de modo terminal y no le reprocha a los demás su alejamiento.
Por el que no cree que haya que reivindicar nada.
Por el que sabe que la justicia no le devuelve al muerto.
Por el que vuelve a contar cómo fue lo de la fea; una y otra vez, sólo porque sus amigos se lo piden.
Por los amigos que en vez de contarse proezas, se inclinan por exagerar sus miserias.
Por los perdedores que se cansan y deciden que es estúpido hacer siempre lo mismo.
Por el que compra pastillas de menta con la esperanza de que en cualquier momento conquista una mina.
Por las anécdotas del Bambino Veira.
Por aquel que usa peluca y está convencido de que no se nota.
Por el humor, que viró a Cha-Cha-Cha.
Por los que se hacen de Boca, para ganar siempre.
Por los que mueren de Racing, porque creen que hay mérito en la derrota.
Por los que van al Uritorco a esperar el fin del mundo y urden excusas cada vez más creativas al tener que volver sin novedades.
Por los que ante cualquier objeción responden, “¿dónde está escrito?”
Por los que hacen de su cuerpo un templo: sacro, puro y limpio.
Por los que hacen de su cuerpo una fiesta, porque creen en la Libertad.
Por los que saben que lo que importa es el camino y no la meta: porque sin ellos el mundo sería imposible.
Por los que apuntan al resultado: porque sin ellos el mundo sería imposible.
Por la televisión, que multiplica mis ojos en el mundo.
Por el capitalismo, que lleva a una abstracción sencilla una serie de relaciones complejísimas.
Por las doctrinas igualitarias, que intentan corregir los efectos colaterales del capitalismo.
Por las mujeres urgentes, turgentes, hinchadas, groseras, obscenas, prominentes, curvilíneas, sinuosas, explosivas, impactantes, ilimitadas, poderosas, intensas, calóricas, ardorosas, vehementes, exaltadas. Porque así debe ser una mujer.
Por los antidepresivos, sustitutos químicos de reacciones filosóficas.
Por internet, que llegó para nivelar injustos status.
Por el código binario, cifra de que todo es más elemental de lo que parece.
Por los e-books
Por la evolución de la moral sexual, que implica un regreso al origen.
Por los Pin Point Impression, que esconden alguna clave filosófica.
Por las charlas TED.
Por las tangas.
Por el tango.
Por el Porsche absolutamente cromado de Justin Bieber.
Por el peronismo.
Por los aeropuertos.
Por el instinto.
Por Superman.
Por las pruebas de la idealidad del tiempo y del espacio de Kant.
Por la pizza.
Por los ateos que rezan cuando están desesperados.
Por Almodóvar y Woody Allen.
Por la última escena de Toy Story 3, cuando los juguetes se toman de la mano.
Por el pequeño Shakespeare mexicano.
Por la vaca, que se hace asado para reunir amigos.
Por la que se casó con el lindo pero extraña al feo.
Por el que no canta el himno, porque desconfía de todo ritual colectivo.
Por Dale Carnegie, que acaso descifró el Universo.
Por los que mueren por una causa, porque ponen sus ojos en la perspectiva de la humanidad, que es la única que cuenta.

Por los que buscan desesperadamente salvar su propio pellejo, porque ponen su mirada en la perspectiva del individuo, que es la única que cuenta.

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