DORMIR
DORMIR
Algunos pequeños
movimientos, acomodarse incómodamente previendo la posición en que quedará el
cuerpo después de que se relajen los músculos, después de que se afloje la
tensión. Cerrar los ojos; comprobar que esa no es la disposición buscada.
Buscar otra, desparramarse, volver a abrirlos, acomodar la almohada o lo que
sea que sostenga la cabeza. Girar hacia el otro lado.
Los sentidos
nacieron para la conservación y los sentidos son la vigilia; abandonarla es
abandonar el alerta, exponerse al peligro, a la muerte, a la desaparición. Pero
la vigilia permanente sería demasiado ardua; una condena, un sacrificio imposible.
La tensión se resuelve con un mecanismo de seducción: el sueño es opio que
embriaga y vence, sugestión que debilita la resistencia de nuestras defensas y
a la que nos entregamos mansos.
Se sueltan
pausadamente las cuerdas que tensan nuestro mundo representado, se corren los
nudos de ese plexo ordenado y el universo entero colapsa como una gran carpa de
circo a la que se le fueran quitando una a una las estacas, como un viejo disco
de vinilo que se detuviera sin la energía que lo impulsa. La realidad se
diluye, las formas puras del tiempo y del espacio; las causas se pliegan sobre
los efectos y el cuerpo - que también es parte del mundo - se afloja, se vence,
se achata sumido en un goce profundo que lo ocupa todo haciendo que no importe
nada.
Dormimos en dos
dimensiones; la ilusión quiere recrear la tercera perdida: eso es soñar.
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