EXIT
Buscaba la forma de salir. Ya había salido,
pero no recordaba cómo. Tampoco recordaba cómo había entrado. Lo indudable es
que allí estaba, y que justo allí es donde ya no quería estar. Estar afuera de
seguro no era mejor. Era otra cosa simplemente. ¿Habría un afuera? Lo había
cuando entré, pero ¿lo habría ahora? Suponía que el hecho de estar adentro,
implicaba que había un afuera. Pero mi vida no podía depender de una mera
suposición. Mi olvido debía ser voluntario. Siempre olvido lo que me causa
dolor. Y si estaba allí y ya no quería estar más, debía estar sintiéndome mal.
Estoy casi seguro de que me habrían obligado a entrar, aunque nunca pongo
resistencia cuando algo se me ordena. Nada me es más irritante que las órdenes,
pero no puedo evitar cumplirlas. Calculo que si hubiese podido estirar
cualquiera de mis miembros la cosa hubiera sido muy otra. Y no sólo por la
falta de espacio; seguramente más me preocupaba generar algún roce indiscreto
con mi compañero. Hasta ese momento no me había dado cuenta lo espantoso que
puede ser un rostro humano de cerca, sobre todo desencajado por el baile. Me
negaba a bailar: la música sonaba, mi compañero bailaba. No recuerdo qué clase
de música era, pero nos hacía mover hasta transpirar. Las gotas de sudor
mojaban el piso y nuestros pies descalzos resbalaban. Me aliviaba el hecho de
que no había lugar para caer. Cualquiera en esta situación hubiera
preferido estar vestido; yo no. La falta de ropa de algún modo me liberaba. Y
si no hubiera sido por mi desnudez, los besos de mi compañero hubieran sido
insoportables: me besaba como quien besa la cabeza de un niño. Sin embargo, no
trataba de evitarlo, creo. Correr la cara me hubiera hecho hundir aún más en
esa cosa tibia y rancia. Sé que salí. No lo recuerdo, pero la orden de que
vuelva a entrar me lo hace entender. Nada me es más irritante que las órdenes,
pero no puedo evitar cumplirlas.
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